“¡Cuidado! El mal humor se contagia”


Artículo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abajian (FPV # 705)

Con el tiempo el mal humor va haciendo mella, tanto en propios como extraños. Eso de que “no me afecta la cara cañón de mi pareja” no es cierto. Se comprende cuando es eventual, no cuando es constante. Si tienes un enfoque negativista de la vida, y andas generalmente molesto, entérate que perjudicas tu salud emocional y física y la de los seres allegados a ti, llámense familiares, compañeros de trabajo, subordinados, amistades, etc. Tienes un deber contigo y con ellos: Modificar tus creencias, resolver tus conflictos personales y aprender a tener una actitud positiva, pase lo que pase. 

La frase “eso es problema mío y a nadie tiene porque importarle” resulta risible, y menos que imposible, porque invariablemente arrastras contigo a quienes te rodean. El mal humor “se pega”. Es difícil sonreír frente a un ser querido, amigo o jefe visiblemente enojado. Por mera solidaridad uno tiende a respetar el estado emocional del otro, conservando una actitud neutra, mientras tanto uno se priva de disfrutar el momento. ¿Cuántos momentos se pierden por culpa del amargado, que anda sembrando cizaña y criticas? De manera que si tienes “un problema de carácter” (popularmente lo llaman así) tienes la obligación de buscar orientación profesional, por ti y por respeto a los demás.

El mal humor cuando es frecuente puede provenir de creencias enfermizas (irracionales), de modelos familiares inadecuados, de conflictos maritales o sentimentales, de baja autoestima, de problemas de salud crónicos, de hipervaloración de lo material, de complejos de inferioridad, de problemas sexuales, de carencias, de maltratos familiares, etc. Sea cual fuere el caso, puede aminorarse su efecto con terapia individual. Resulta sorprendente los avances que se hacen en esta materia cuando el sujeto “amargado” se somete a terapia breve. Y de no prestarse a ello deben hacerlo sus familiares quienes igualmente resultan afectados. Hay la creencia ingenua de que únicamente debe recibir ayuda aquel que tiene el problema. No es así. Cambien deben recibir atención profesional aquellos que resultan perturbados emocionalmente por aquel. Recordemos que se repiten los comportamientos erráticos y actitudes negativas mientras haya también quienes lo permiten.

Todos sabemos que los temores y miedos de los familiares del “amargado” sirven de “tapaboca” y de elementos boicoteadores de las expresiones asertivas. Todos tenemos derecho a las satisfacciones, a la armonía en el hogar, en la familia y en el trabajo. No se trata de aspirar a condiciones ideales, sólo se pretende un ambiente agradable la mayoría del tiempo. No hay porque luchar ni pelear con nadie para lograr este objetivo, con mucho respeto se pueden plantear propuestas y opciones sanas ante el enojado. Cuando uno se centra en los objetivos y en las soluciones, en vez de hacer juicios de valor al sujeto negativo, se pueden lograr avances.

Pero cuando el sujeto problemático no escucha, y es un familiar, entonces la terapia se hace necesaria. Aprenderás a sobrellevar su conducta sin engancharte con este, pero con actitud de respeto mutuo al fijar límites de tolerancia a sus excesos. La condición de padres, hermanos o parejas o hijos, no nos otorga del derecho de descalificar a los demás. Y si tuve un mal día, fuese donde fuese, tampoco me sirve de justificativo para atropellar a nadie con mi mal humor. Se comprende el malestar pero no se justifican sus consecuencias, porque entonces todos tendríamos el mismo derecho a atropellar al prójimo tras un mal día.

Tu actitud negativa y de perenne disgusto no es un problema tuyo nada más, es de todos los que te rodean. Estás perturbando a todos y no tienes ese derecho, como tampoco nadie tiene derecho a desestabilizar tu humor, amparándose en su mal carácter, o su mal día, o su personalidad. Qué triste es invocar los rasgos de personalidad para justificar la amargura. Es falso, nadie nace así, nadie es así, ni aunque sus padres hayan mostrado ese modelaje. Eso es un aprendizaje por imitación, transmitido de generación en generación por simple observación y repetición. No eres esclavo de lo que viste o te dijeron, eres esclavo de tus creencias, no de tu personalidad. Tu personalidad está en constante evolución y crecimiento, si te lo permites. Igual que todo en ti, está constantemente cambiando. No piensas exactamente igual ni tienes la misma madurez de aquel sujeto que fuiste hace 10 o 15 años. Claro, puedes decidir atascarte en el pasado, pero sería tu decisión y no una condición inherente a ti por naturaleza. No le eches la culpa a tu personalidad por tus conductas erráticas, tampoco culpes a tus padres o familiares.

Hay opciones cuando estás dispuesto a escuchar. No vale la pena que te enfrasques. Los que te rodean cometerán aciertos y errores igual que tú, pero ¿de eso dependerá que tu tengas bienestar? Entonces estás mal. Si presentas mal humor acude a un terapeuta. Regálate esa oportunidad de deslastrarte de mensajes, creencias y modelajes negativos del pasado que han condicionado tu actitud, proceder y estado emocional. Cuanto más pronto te encargues de ti, en vez de juzgar a los demás, más pronto desaparecerán tus enfados y conservaras a tus seres queridos contigo.

“Si se pierde el respeto, se pierde el amor”


Articulo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abagi (FPV 705)

Las ocasionales confrontaciones de parejas salpicadas de malos entendidos, fuertes críticas o palabras de descalificación no hacen tanto daño a la estabilidad y armonía de la convivencia como las continuas señales de irrespeto. Todo matrimonio discute y ello es necesario para la salud de esa relación, pero de allí a ignorar los sentimientos de dolor, rabia y tristeza de la pareja, hay una distancia evidente. Esto ultimo constituye un irrespeto y agresividad que debilita la fe y confianza en el bienestar matrimonial, pudiendo llegar a la perdida de afecto.

¿Cómo podemos convencer a alguien de que lo amamos, mientras le irrespetamos en casi todas las discordias maritales? ¿Deseas que tu pareja crea en tu declaración de amor? Muéstrale respeto, sobre todo durante las disputas, cuando estas más alterado emocionalmente. Ciertamente es posible en un mundo en que aprendemos a manejar y controlar millones de cosas. ¿Quién no controla su impulso agresivo frente a su pareja, puede causar admiración por mucho tiempo? ¿Y aunque exista mucho amor al principio de un noviazgo, tales heridas posteriores causadas por irrespeto no deterioran ese mínimo nivel de aprecio, necesario para continuar la relación con optimismo?

El respeto no se exige nadie, se brinda a sí mismo primero, para luego ofrecerlo espontánea y habitualmente a nuestros congéneres, y de esa manera al sembrar respeto recogemos similar cosecha. Cuando nuestra pareja no nos esta respetando es porque (de alguna manera involuntaria e inconsciente) tampoco nosotros mismos nos estamos respetando frente a esta. Equivale a afirmar que estamos saboteando el buen trato que merecemos recibir, pero culpando a los demás.

Desde luego, no todos los irrespetos externos son responsabilidad propia, pues también el prójimo presenta errados argumentos de vida grabados en su mente que contribuyen en su actuación programada. Pero en la mayoría de los casos permitimos que nos irrespeten por temor y baja autoestima. Efectivamente si usted ha sido dolorosamente cuestionado, descalificado en sus primeros años de infancia y/o adolescencia u otros periodos, ese guión fatalista almacenado en su mente le ata imaginariamente al pasado, frenándole la protección a su integridad personal, espontaneidad, autenticidad, con tal de evitar similares experiencias emotivas. Recurra en tal caso a Libros de autoayuda, seminarios de crecimiento personal, charlas y conferencias de autoestima y superación personal, inclusive a orientación profesional. No malgaste su vida protagonizando el rol de víctima de los demás, pues la realidad es que esta siendo víctima de si mismo, del propio miedo y de esos argumentos de vida del pasado.

El irrespeto propio invita a que los demás nos irrespeten análogamente. ¿Puedo exigir a los demás que no ensucien mi casa, si yo mismo la mantengo desaseada y sucia? ¿Sería una conducta coherente y que inspira respeto? ¿Puede el jefe de departamento inspirar autoridad ante su personal subalterno para respètar la hora de entrada a la empresa cuando el mismo llega tarde? ¿No es cierto acaso que el respeto se gana predicando con el ejemplo?

Es necesario que cese ese juego nocivo de ignorar los sentimientos de dolor de la pareja si queremos salvar esa convivencia o matrimonio. No se puede convencer a nadie de que se ama mientras se practica la indiferencia ante la tristeza o malestar del otro. ¿Quién puede creer que adoro a alguien cuando muestro indolencia ante sus necesidades y emociones? ¿O acaso el amor e interés por la pareja sólo se demuestra en momentos de alegría y no de pesar? Me convierto en testigo pasivo del dolor de mi pareja, que llora y sufre una semana, para luego acercarme como si nada hubiera pasado, con un simple disculpa. ¿Tal actitud genera confianza, fortalece la unión, aumenta la admiración, propicia el acercamiento afectivo, o desilusiona? Juzgue cada quien, según su sentido común.

“Cuando mi pareja está molesta yo la ignoro”


Articulo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abajian (FPV # 705)

Craso error, pues es responsabilidad de ambos miembros subsanar el conflicto de hogar. Mostrarse indiferente o alegre ante el malestar de alguno irrita mas aún al otro. Imagínese usted enojado mientras su pareja juega con los niños y se ríen, ¿cómo se sentiría? Tal actitud de ignorar el disgusto de su pareja disgustada, amparado en el pretexto de ahorrarse problemas, sólo acarrea mayor tensión.

La razón de ser de una convivencia en pareja es la solidaridad y el afecto en todo momento, más aun en los críticos. Independientemente de quien tenga la razón, de quien creo el conflicto, del "yo no hice nada, yo solo deseo evitar discusiones", aun así hay que acercarse a la pareja alterada y enfocarse en su estado emocional, sin buscar culpables. Se supone que hay amor, y por ello la asistencia es espontánea. Cuando se ama a alguien uno está pendiente de su salud, de su estado emocional y de todo lo que ocurre a su alrededor. ¿Que sería entonces del concepto de amor sino fuera por esta gran verdad? ¿Solamente uno apoyaría a la pareja cuando esta tendría razón? ¿El amor es condicionado o incondicional? No estamos hablando de apoyar ideas, proyectos o decisiones, sino de solidaridad emocional.

El solo hecho de que mi pareja se sienta dolida, frustrada, confundida, resentida, etc, ya es suficiente motivo como para prestarle atención, indistintamente de su razonamiento y de su percepción. Lo que me interesa prioritariamente son sus sentimientos, no sus razonamientos. Es cierto, muchas veces lo que se siente depende en gran medida del significado que le atribuimos a las cosas. Es decir, podemos estar ahogándonos en un vaso de agua al exagerar o dramatizar, pero ello no es motivo para ser desestimados por la pareja. Recordemos que nuestras realidades pueden ser distintas a la de otros, pero aun así hay que respetarlas y compartirlas, no juzgarlas. Si ayudar no juzgues, comparte el pesar. No hace falta siquiera que des la razón, sino que estés al lado de esa persona, compartiendo su preocupación y mostrándole afecto aunque se equivoque”.

Algunos pacientes deprimidos me han confesado indignados el cómo sus respectivas parejas no sólo muestran indiferencia ante ellos, sino que se comportan descaradamente alegres, como si nada estuviera ocurriendo. Esto caldea mas los ánimos e invita a la reflexión, pues ¿cómo puede amar aquel que disfruta ante el dolor? Es más, constituye una provocación al enojo y a la decepción sentimental. Divertirse en casa mientras la pareja se siente mal constituye en cierta forma una agresión elegante. Se juega peligrosamente, más aun cuando el afectado le reclama al jubiloso, y este replica con esta perla “no estoy haciéndote nada, no estoy metiéndome contigo”. Peor cuando se agrega: ”si te sientes mal ese es tú problema, no el mío”. Eso es falso. El problema es de pareja, es de los dos, no importa quien lo haya causado pues sigue siendo un conflicto de ambos, además afecta a toda la familia si no se aborda adultamente.

Reitero una vez más, es preferible la pareja que reacciona emocionalmente ante los conflictos que aquella resignada y callada. Esto ultimo podría ser la antesala de una ruptura, de una traición o de una convivencia gris. En cambio, mientras hay disposición y energía para reclamar cambios conductibles hay también todavía interés por el matrimonio. En modo alguno significa esto una invitación a la confrontación, sino a la asertividad (expresión honesta de ideas, pensamientos y sentimientos, sin agresión).

Céntrate en brindarle a tu pareja el mismo apoyo emocional que tu desearías recibir si estuviera en su lugar. Desestima ese argumento egoísta de que “mi pareja esta brava porque así lo quiere”. Nadie disfruta enfadándose, y aunque te sientas inocente de su malestar, bríndale atención que tu mereces. Estar a su lado -aunque no hables- puede ser modo de compartir. Un breve diálogo puede aclararlo todo. Tal vez unas preguntas tales como “¿Qué interpretaste tú de mis palabras o conductas cuando te enojaste conmigo? ¿Estás dolida conmigo?" En su respuesta podría estar la clave, la solución, pues te permite explicar tu intención.

Cuando hay amor hay afecto y solidaridad, no se depende de lo correcto o incorrecto. Amor es precisamente afecto incondicional. ¿Quieres problemas? Reta a tu pareja sonriendo cuando precisamente ella se molesta. ¿Quieres tranquilidad? Ponte en su lugar y comparte su dolor aunque no entiendas lo que le sucede. Interésate por comprenderla, muestra solidaridad ante sus penas o indignación aunque discrepes de su punto de vista. Eso es respeto. El amor y el entendimiento no necesariamente tienen que ir acompañados. ¿Puedo amar y apoyar a una persona aun sin comprenderla? ¡Claro que sí! Una cosa es la razón y otro cosa es el cariño.

“Si la idea del suicidio ronda la mente”


Articulo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abagi (FPV 705)

Las ocasionales confrontaciones de parejas salpicadas de malos entendidos, fuertes críticas o palabras de descalificación no hacen tanto daño a la estabilidad y armonía de la convivencia como las continuas señales de irrespeto. Todo matrimonio discute y ello es necesario para la salud de esa relación, pero de allí a ignorar los sentimientos de dolor, rabia y tristeza de la pareja, hay una distancia evidente. Esto ultimo constituye un irrespeto y agresividad que debilita la fe y confianza en el bienestar matrimonial, pudiendo llegar a la perdida de afecto.

¿Cómo podemos convencer a alguien de que lo amamos, mientras le irrespetamos en casi todas las discordias maritales? ¿Deseas que tu pareja crea en tu declaración de amor? Muéstrale respeto, sobre todo durante las disputas, cuando estas más alterado emocionalmente. Ciertamente es posible en un mundo en que aprendemos a manejar y controlar millones de cosas. ¿Quién no controla su impulso agresivo frente a su pareja, puede causar admiración por mucho tiempo? ¿Y aunque exista mucho amor al principio de un noviazgo, tales heridas posteriores causadas por irrespeto no deterioran ese mínimo nivel de aprecio, necesario para continuar la relación con optimismo?

El respeto no se exige nadie, se brinda a sí mismo primero, para luego ofrecerlo espontánea y habitualmente a nuestros congéneres, y de esa manera al sembrar respeto recogemos similar cosecha. Cuando nuestra pareja no nos esta respetando es porque (de alguna manera involuntaria e inconsciente) tampoco nosotros mismos nos estamos respetando frente a esta. Equivale a afirmar que estamos saboteando el buen trato que merecemos recibir, pero culpando a los demás.

Desde luego, no todos los irrespetos externos son responsabilidad propia, pues también el prójimo presenta errados argumentos de vida grabados en su mente que contribuyen en su actuación programada. Pero en la mayoría de los casos permitimos que nos irrespeten por temor y baja autoestima. Efectivamente si usted ha sido dolorosamente cuestionado, descalificado en sus primeros años de infancia y/o adolescencia u otros periodos, ese guión fatalista almacenado en su mente le ata imaginariamente al pasado, frenándole la protección a su integridad personal, espontaneidad, autenticidad, con tal de evitar similares experiencias emotivas. Recurra en tal caso a Libros de autoayuda, seminarios de crecimiento personal, charlas y conferencias de autoestima y superación personal, inclusive a orientación profesional. No malgaste su vida protagonizando el rol de víctima de los demás, pues la realidad es que esta siendo víctima de si mismo, del propio miedo y de esos argumentos de vida del pasado.

El irrespeto propio invita a que los demás nos irrespeten análogamente. ¿Puedo exigir a los demás que no ensucien mi casa, si yo mismo la mantengo desaseada y sucia? ¿Sería una conducta coherente y que inspira respeto? ¿Puede el jefe de departamento inspirar autoridad ante su personal subalterno para respètar la hora de entrada a la empresa cuando el mismo llega tarde? ¿No es cierto acaso que el respeto se gana predicando con el ejemplo?

Es necesario que cese ese juego nocivo de ignorar los sentimientos de dolor de la pareja si queremos salvar esa convivencia o matrimonio. No se puede convencer a nadie de que se ama mientras se practica la indiferencia ante la tristeza o malestar del otro. ¿Quién puede creer que adoro a alguien cuando muestro indolencia ante sus necesidades y emociones? ¿O acaso el amor e interés por la pareja sólo se demuestra en momentos de alegría y no de pesar? Me convierto en testigo pasivo del dolor de mi pareja, que llora y sufre una semana, para luego acercarme como si nada hubiera pasado, con un simple disculpa. ¿Tal actitud genera confianza, fortalece la unión, aumenta la admiración, propicia el acercamiento afectivo, o desilusiona? Juzgue cada quien, según su sentido común.

“¿Cuál es el riesgo? Lo que tenemos es sexo y nada más”


Articulo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abajian (FPV # 705)

Es sorprendente la ingenuidad de algunas personas quienes juran poder practicar el sexo regularmente con la misma persona sin involucrarse sentimentalmente. Por más apasionadas, eróticas y despersonalizadas que sean las faenas íntimas, tarde o temprano el componente afectivo y emocional hace acto de presencia, afectando lo que al principio parecía un simple juego de atracción momentáneo y sin efectos secundarios. El constante intercambio de caricias, besos y juegos sexuales entre dos personas conocidas o amigas termina estableciendo una conexión emocional. Aunque los protagonistas nieguen tal vinculación y se comporten como dos extraños fuera de la alcoba, igualmente existe tal sincronización emocional a nivel inconsciente. O sea, esa proposición de que vamos a desahogarnos sexualmente sin comprometernos resulta infantil, irresponsable, miope, torpe e inmadura, pues toda la piel del ser humano es un gigantesco receptáculo de sensaciones e impulsos, no solo eróticos.

Algunos replicarán afirmando que tienen años de vinculación puramente sexual y sin más consecuencias. Habría que revisar la personalidad de esos sujetos, pues no dudo que hayan personas emocional y afectivamente aisladas en su propio mundo interno. No representan al común de la gente. Normalmente el intercambio de diálogos íntimos y apasionados, y por supuesto los juegos sexuales dejan secuelas con el tiempo. Es decir, se terminan involucrando emocionalmente. Se celan, exigen más tiempo para compartir, pelean como cualquier pareja soltera o casada. La desventaja es que carecen de tiempo y condiciones para reclamar cambios, pues desde un principio pactaron una relación libre, sin componentes afectivos ni compromisos. Era una relación puramente sexual. ¿Puede una persona normal practicar sexo frecuente con la misma persona durante un buen tiempo sin sentir nada por ella? ¡Muy difícil!

La piel es inteligente, tiene su propia memoria. La piel recuerda las caricias y sensaciones recibidas. Es difícil olvidarse de las pasiones desbordadas. No me digan que no sienten nada hacia aquella pareja que durante muchas noches les ha proporcionado pasiones desbordadas. No me digan que es solo atracción y amistad. Les aseguro que si así fuera no la celarían al verla acompañada de otras personas.

Observen el caso de los casados infelices que se refugian en brazos ajenos como buscando afecto a través del sexo extra-marital, comienzan con un simple desahogo sexual, se consuelan mutuamente al sentirse incomprendidos por sus respectivas parejas formales, establecen una unión basada en carencias y frustraciones matrimoniales. Con el tiempo pueden hallar más apoyo, solidaridad y receptividad en esas horas apasionadas que durante todas veladas completas con sus parejas formales. Multipliquen eso por semanas, meses y años e imagínense el resultado. Comprendo que los contactos físicos ocasionales pueden no involucrar seriamente a los aventureros, pero ¿y los frecuentes encuentros sexuales durante meses y años tampoco son trascendentes? Difícilmente. Los robots no sienten nada, ¿nosotros tampoco?

Conozco pacientes casados que se aventuraron a ensayar el sexo extra-marital con alguien simpático y se quedaron enganchados con esa persona, al punto de celar más a esa persona que a sus propias parejas. Creyeron que era solamente sexo extramatrimonial y nada más. Claro no siempre se enganchan ambos, a veces ocurre que uno de ellos queda involucrado mientras que el otro se siente desvinculado. Lo cierto es que la pasión erótica es un elemento peligroso de manejar, es jugar con fuego. 

Los arrogantes y autosuficientes se juran vacunados contra esa dependencia afectiva que nace del puro sexo. Toda persona conocerá tarde o temprano a alguien que le mueva el piso mientras juega al sexo sin compromiso. ¿Para qué arriesgar su matrimonio si la terapia puede fortalecer los puntos débiles de esa unión y haciéndola renacer? Pero compensar su pobre historial matrimonial mediante pasiones extramaritales tiene un alto precio, tal vez hasta irreversible. Sé  que mis palabras pueden sonar radicales, extremistas, pero más vale alertar que callar. El juego sexual extramarital puede comprometerte hasta el punto de enamorarte. ¿Acaso no conoces a alguien en tu entorno que comenzó así, disfrutando pasiones desbordadas en forma regular con alguien agradable y sin planes de compromiso? ¿Qué le paso al final: Se zafó o se involucró? ¿Tal vez pagó un alto precio para desvincularse?

“Los demás tienen la culpa de mi crisis matrimonial”


Articulo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abajian (FPV # 705)

Uno de los rasgos de la gente triunfadora es que se hacen responsables de sus acciones, de su vida, de su estatus laboral, financiero, social, familiar y sentimental. Se crecen ante las dificultades, asumen el reto y mantienen su energía centrada en la solución, no en el problema. Buscan las fallas propias y ajenas, no se enfrascan en castigar a los culpables sino que acuerdan medidas preventivas, correctivas. Admiten su cuota de responsabilidad con compromiso de enmienda y cambio. Aceptan ayuda externa y se involucran con los cambios. No pierden el tiempo en imponer su criterio porque creen tener la razón, sino que toleran y escuchan opciones distintas, respetan las discrepancias y acatan sugerencias de gente exitosa. Hago esta acotación porque no todas las parejas asumen responsabilidad ante su propia crisis sentimental y familiar. Buscan culpa externa, nunca en sí mismos, lo cual es un mal augurio porque mal puede rectificar aquel que no esta consciente de sus faltas graves ni las acepta.

Para empezar, una relación donde generalmente reina el afecto y el respeto no cae en crisis. Piénselo ¿cómo puede derrumbarse un matrimonio con estos dos factores? Ni siquiera por intromisión de familiares y terceros que pretenden influenciar. Una esposa feliz no confiará más en una tercera persona que en su propia pareja, a menos que su esposo tenga antecedentes de mentiroso. No buscará refugiarse en brazos ajenos a menos que tenga carencias afectivas crónicas y haya sido ignorada durante años. No le propondría la ruptura temporal o definitiva al marido porque alguien le calentó la cabeza siendo ella feliz, eso es imposible. Lo que ocurre es que muchas parejas ocultan sus crisis bajo un manto de aparente satisfacción, reprimen sus emociones y aparentan llevar una vida “normal”. Esos son matrimonios riesgosos, sostenidos en base al miedo y no en base al amor. Persisten hasta que alguno toca fondo en la tecla del dolor o alguien les ayuda a tomar conciencia, por eso deben buscar soluciones cuando empiezan las frustraciones, no cuando estas los ahogan. Es ahí, en ese punto critico, cuando están expuestos a crisis no por influencias externas, sino por graves tensiones internas, ignoradas por años.

Cuando una pareja culpa a los demás por su propia crisis matrimonial esta eximiéndose de responsabilidades y sugiriendo que los demás tienen el poder de destruirle su matrimonio, aún cuando hayan sido felices, generalmente respetuosos y afectuosos. ¿Es concebible? ¿Entonces de nada han servido décadas de afecto, respeto y satisfacción entre ellos porque apareció alguien y destruyo todo? ¿Así de fácil? Es decir, ¿Cualquiera tiene potencialmente el poder para destruir matrimonios con su sola intromisión? Si así fuese, ¿Cómo se explicaría entonces que los reiterados intentos de sabotaje de algunos padres inconformes con el idilios de sus hijos no surta el efecto deseado, sino que por el contrario, fortalece a los tórtolos enamorados? ¿No será que el factor enamoramiento mutuo vence cualquier intento de sabotaje? ¿Cómo es que jóvenes enamorados prefieren irse de sus casas, alejarse de sus padres, pasar trabajo antes que abandonar sus noviazgos? ¿Cómo es que no logran esa crisis sentimental a pesar de las criticas negativas? ¿Cómo es que sobreviven a pesar de la intromisión de terceros y hasta de personas tan importantes como los mismos progenitores?

Entiendo que existen sujetos conflictivos, quienes con sus comentarios –voluntarios e involuntarios- persiguen contaminar el humor y las condiciones emocionales y matrimoniales de otros, pero ello es insuficiente e inefectivo ante matrimonios constituidos sólidamente. Se derrumban los arboles débiles, no los robustos. Lo único que puede destruir verdaderamente un matrimonio es un factor interno, frecuentes maltratos emocionales, físicos y psicológicos, desamor, provocaciones crónicas, irresponsabilidad grave, desatención frecuente, deslealtad, falsedad y mentiras, acosos continuos, actitudes irracionales y enfermizas, suprimir la autenticidad y espontaneidad propia y ajena, limitar la libertad de acción del otro.

Claro, cuando lo anterior ocurre y la pareja calla su inconformidad (en aras de la tranquilidad), entonces ese matrimonio ya está en una potencial y latente crisis. La intromisión de terceras personas no sería la causa, sino el detonante de tal crisis. Esto es lo que generalmente obviamos para eximirnos de nuestras responsabilidades y encontrar una salida fácil de nuestros problemas -los crearon los demás, no nosotros-. Mentira. Tanto la pareja que comete excesos y faltas graves como aquella que calla y tolera tratos indignos, ambos están propiciando ingenuamente la crisis. Solemos percibir las reacciones de los demás, no las nuestras. Solemos fijarnos en las conductas irregulares de los demás y negamos que las hayamos provocado. Solemos juzgar los errores ajenos, en vez de identificar los propios y corregirlos. Podría afirmarse que toda conducta irregular de tu pareja también esta vinculada (de alguna manera) con tu propio proceder. Nadie afirma que estés fallando deliberadamente, sino involuntariamente. A lo mejor te sientes atrapado en un circulo de hábitos enfermizos que generan tu crisis y la de tu pareja, es decir, hay un concatenamiento de acciones seguidas unas a las otras por causa-efecto. Lo que hace tu pareja tiene que ver generalmente con lo que tú haces. Por lo que sus fallas están conectadas a tu comportamiento. Las crisis son internas.

“Separación temporal tras la crisis matrimonial”


Artículo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abajian (FPV # 705)

Ante una crisis matrimonial intensa lo más sensato es bajar la guardia y partir de la premisa de que el consiguiente maltrato solo destruiría la poca armonía que resta, con lo cual resultaría inevitable la decepción total y disolución del vinculo afectivo. Hay maneras de descargar el dolor, el enojo, el malestar en general sin destruir la relación. Para ello se necesita ayuda profesional. No porque sean incapaces de resolver el conflicto por si mismos, sino porque están tan cargados de ira, dolor y enojo que no controlarán sus impulsos, dejando escapar expresiones de forma desmesurada. Hay parejas que engavetan emociones de larga data, es decir, tienen años acumulando, reprimiendo y guardando sensaciones negativas, amparados en creencias tradicionales de que es mejor evitar problemas, creencias mal sanas que sólo generan depresión e irritabilidad en la personalidad. Hay que erradicar todo esto con orientación profesional.

La separación temporal de la pareja no es la solución, es una fase de la solución. Por ende, constituye una mal necesario y menos dañino que una convivencia en constante confrontación. Una exitosa intervención quirúrgica en una rodilla no basta para curarse, requiere adicionalmente un período de reposo, rehabilitación y medicamentos. Mientras eso ocurre, usted no debe caminar aunque haya resultado exitosa la misma. Análogamente, cuando las parejas se han maltratado con frecuencia durante años, aun recibiendo terapia puede ser necesaria la separación temporal. Las tensiones acumuladas no desaparecen instantáneamente, tampoco las frustraciones, ni se recupera la confianza perdida en cuestión de días. Se necesita un tiempo de reflexión, de paz, de cero confrontaciones para meditar sobre los comportamientos inadecuados tanto propios como ajenos. La terapia le ayudará a descubrir por qué se enganchaba en discusiones que no resolvían conflictos. Le ayudará también a comprenderse a si mismo y a su pareja, le evitará caer en provocaciones, le ayudará a desenvolverse más madura y sanamente.

La separación temporal es una medida antipática pero efectiva. No será la primera vez en su vida que adopta una elección dolorosa pero eficiente. También es incomodo privarnos de muchas cosas (viajar, comprar, entre otros) pero si ello ayuda a lograr otros objetivos entonces habrá valido la pena. Lo importante aquí no es el precio que pagas, sino el resultado que logras. Una separación momentánea y oportuna en un matrimonio crítico puede evitar la debacle definitiva. Claro, habrá tristeza y dolor durante el ínterin, eso es inevitable y hasta cierto punto recomendable porque puede desencadenar un despertar, la concientización y reacción favorable de ambos cónyugues, quienes al sentir la ausencia física del otro y la posibilidad de perder a la pareja y familia podrían finalmente corregir su actitud y conducta errática. Paralelamente la terapia facilitaría cambios significativos en ambos sí se involucran en la misma.

La separación temporal de parejas no constituye una ruptura marital, sino un paréntesis, un receso, un tiempo de reflexión individual, en el cada quien se auto-evaluará y crecerá emocionalmente. Mientras conviven en pareja solo perciben errores ajenos, culpas del otro, atacan y descalifican, no reconocen sus faltas, afloran sus conflictos familiares (los del hogar original) y se proyecta en la pareja actual. Exigen cambios al otro sin cambiar en sí mismos. Asumen erróneamente que su pareja es negligente y malintencionada y no necesariamente es así, pues todo tiene un motivo, una explicación. De alguna manera nos exoneramos de la responsabilidad en la crisis matrimonial y herimos al otro. Vemos las acciones de los demás pero ignoramos las nuestras. Tal vez involuntariamente estamos propiciando, permitiendo y hasta fomentando dicha realidad desagradable.

Ciertamente la conducta inapropiada de la pareja no debe ser justificada, pero sí comprendida, porque muchas veces nosotros mismos hemos somos cómplices de ello. Siendo permisivos, apáticos e inefectivos ante los excesos y abusos del otro hemos contribuido en que tal irregularidad se establezca como conducta habitual. Nuestras creencias incapacitantes, referencias equivocadas y temores pueden ser los factores responsables. En la terapia se abordarán para superarlos. No se requiere separación temporal de parejas cuando las discrepancias maritales son leves, cuando hay control de impulsos, sólo nos referimos a las convivencias donde existe el maltrato psicológico y/o físico, frecuente y también en aquel donde hay confusión de sentimientos.

“Consiente a tu pareja aunque estén casados"


Articulo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abajian (FPV # 705)

Parece mentira que sea necesaria esta sugerencia, pero es tan común la desatención afectiva durante la vida marital que bien vale la pena esta reflexión a modo de capitulo aparte. Años atrás dediqué un artículo al tema “El amor no es automático”, ratificando que el amor es una decisión y no un mero fluir de impulsos casuales. Es decir, un compromiso de sensibilidad ante las necesidades emocionales y físicas de la pareja y un compromiso de demostrar afecto. Al involucrarse contigo tu pareja elige y se compromete voluntariamente a demostrarte que tú eres su prioridad. Por lo tanto, te debese comportar en consonancia con esta elección hecha con gusto y a largo plazo, y no exclusivamente durante el noviazgo, sino durante el tiempo que dure la relación.

¿Que pasó con la atención y consideración que le dedicabas a esta pareja cuando eran novios? ¿No era la misma pareja, aunque más joven? ¿Que recibías generalmente a cambio de tu dedicación y afecto? ¿Cuáles prioridades demostrabas en aquel entonces y qué beneficios te reportaba? ¿Por qué crees que tu pareja ha cambiado? En verdad, ¿crees que en las convivencias funcionales no hay también conflictos y discrepancias e incompatibilidades que se superan con amor y respeto? ¿Crees que la adaptación a la vida marital es fácil y sin esfuerzo? ¿Crees que aquellos que han logrado la armonía en sus hogares no han tenido que luchar ardua y diariamente para alcanzarlo?

Consentir a tu pareja no debe ser exclusivo del noviazgo porque ello está asociado con el amor, con el ser tomado en cuenta, con el sentir que uno es importante para una persona. El consentimiento es típico entre los enamorados, por lo tanto su desuso genera un vacío afectivo, una carencia preocupante, una frustración y una confusión. Algunos se consuelan argumentando el asunto de la rutina como si fuera un mal incurable, contra el cual no hay antídoto ni vacuna. ¿Y cómo lo han superado otros matrimonios? Nadie ha dicho que sea fácil. Ese no es el punto. No se trata de conseguir opciones fáciles, déjale ese modus operandi a los perdedores y quejones crónicos. Piensa como un triunfador, piensa en que mientras hayan matrimonios felices hay posibilidades que tu matrimonio también lo sea. Lo que debo recordar es el paradigma del condicionamiento neurolingüístico PNL que reza mas o menos así: “si copias la estrategia y la actitud de los exitosos tú también tendrás las mismas posibilidades de lograrlo”. Así que identifica e incorpora los elementos que favorecen a los matrimonios felices y te sorprenderán los resultados.

Pero si insistimos en comportarnos de manera inadecuada, amparándonos en que tales defectos lo heredamos de nuestros padres, abuelos y hermanos, entonces estaremos repitiendo la misma película de nuestros ancestros, con la variante de sus personajes y la época, lo cual deja poco espacio para que nuestros hijos tengan una mejor calidad de vida, pues se copian las actitudes y las conductas. Si quieres que tus hijos sean felices el día de mañana, tienes que darles el ejemplo a través de tu propio matrimonio exitoso (entendiendo como exitoso aquel matrimonio con muchas satisfacciones y algunas dificultades, pero no aquel con récord de convivencia y resistencia).

Consentir a tu pareja equivale a sembrar, equivale a depositar, a invertir capital en tu cuenta de ahorro sentimental y ser acreedor de una robusta libreta bancaria que te permitirá diariamente recibir similares aportes sentimentales. Procura siempre que el consentimiento sea equitativo, es decir, mostrar atención prioritaria a tu pareja y a ti por igual, pues quien se anula a sí mismo para centrarse únicamente en el otro está comprando afecto a través de sus conductas basadas en el temor.

Consentir no significa complacer incondicionalmente, sino demostrar que la pareja está por encima del trabajo, de las amistades, de los eventos sociales o recreativos, inclusive por encima de los compromisos con la familia original. No me digas que eso es cursi y que nunca lo has hecho. ¿Cómo crees que te comportabas durante el noviazgo? ¿Qué pensaba tu pareja de tu cursilería? ¿Por casualidad tu pareja no era mas afectuosa contigo gracias precisamente a eso que tu llamas ahora “romanticismo obsoleto”?

Y por último, si no consientes a tu pareja hoy entonces ¿a quién vas a consentir? ¿Sólo a tus hijos? Esos se van a ir tarde o temprano, al crecer harán su vida. La única persona que seguirá a tu lado sera tu pareja. ¿Qué deseas recibir de tu pareja? Deposítalo ahora consintiéndola. Mañana no sabemos si estaremos vivos.

“Deja mi vicio en paz”


Articulo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abajian (FPV # 705)

Sea cual fuere el vicio, alcoholismo, drogadicción, ludopatía (apuestas), trabajomanía, mujeriego, obsesión con Internet y chateo, obsesión con mensajes por celular, salidas frecuentes con amistades, bingos, etc, amerita el reproche y la intervención de los seres mas queridos precisamente porque esta saboteando la dedicación a la familia y la pareja. La alteración anímica del vicioso y –por lo tanto- su conducta estropea la armonía familiar, la estabilidad, la confianza, la seguridad de los seres a su entorno, más aun cuando el vicio arroja perdidas de dinero, deterioro de salud física y psicológica, perdida de responsabilidad, de tiempo, perdida de energía, de tranquilidad y desatención a los asuntos más prioritarios. Si mi vicio ha afectado seriamente mi superación profesional, académica, laboral y sentimental, entonces es hora de concluir que estoy enfermo y que necesito ayuda profesional. No es válido el razonamiento aquel de “esa es mi vida y hago con ella lo que quiera”, salvo que seas soltero(a) y sin familia alguna. Mientras tienes seres queridos que dependen de ti en todos lo sentidos, debes respetar la decisión que tomaste años atrás cuando escogiste y te comprometiste con tu pareja y tuviste familia.

Ese argumento infantil e insensato de que “vivo a mi manera, soy adulto y para eso trabajo, respeta mi espacio” es impropio y absurdo. A la familia le debemos respeto, sinceridad, afecto y tiempo. Convivir en pareja implica un decisión de amar y entregarse de lleno a cubrir prioritariamente las necesidades de la familia antes que las propias. Esto no significa desentenderse de uno mismo, siempre debe haber tiempo y energía para uno, pero nunca a costa del bienestar de la familia. Cada miembro de la familia tiene derecho a disfrutar de sus actividades recreativas preferidas, siempre y cuando no perturbe a los demás.

Entendemos por vicio aquella actividad que consume la atención y energía del practicante en forma exagerada y descontrolada, al punto de desviarle peligrosamente de sus prioridades y obligaciones. El viciado está atrapado en una red de impulsos y pensamientos irracionales que le llevan a repetir neurticamente las mismas conductas irregulares, a pesar de los requerimientos de los familiares y seres queridos. Obviamente el viciado se atasca en todas las facetas (social, familiar, profesional, laboral, academica, financiera, deportiva, etc) al punto de crear malestar en su entorno. Habría mucha más estabilidad, progreso y prosperidad en su vida de no haber sido por el vicio. A pesar de invertir gran parte de su energía y tiempo al vicio niega las consecuencias, insiste que tiene derecho a divertirse a su manera, lo cual es cierto, de no ser porque esta arruinándose a si mismo y a su familia.

Los seres queridos tienen derecho a meterse en este asunto porque lo que afecta a un miembro familiar, afecta también al resto. Imagínense a un adolescente diciéndole a sus progenitores que no se metan en su vida, que él puede hacer con su cuerpo cualquier cosa, inclusive meterle todo tipo de drogas, que esa es su vida, como si los padres fueran unos extraños que no hubieran gastado millones de horas cuidándole y atendiéndole desde que nació.

Mientras vives en familia no puedes tener vicios que deterioren la condiciones de vida de los tuyos, es una violación al pacto que hiciste tácitamente al involucrarte sentimental y tener familia. No pidas respeto a tu vida privada (vicio) mientras tu rompes acuerdos y reglas familiares. Si deseas recrearte con algo hazlo sanamente, con control, sin obsesiones ni perjuicios a tu pareja y familia, diviértete a tu manera siempre y cuando no pongas en peligro tu unión conyugal y salud emocional de los tuyos. ¿Que sentido tiene enviciarte, adoptar el rol de incomprendido, hacer sufrir a tu familia, estropear tu propio progreso para luego no poder recuperar nada? ¿Cómo recuperas el tiempo perdido? ¿Cómo recuperas lo que dejaste de disfrutar con los tuyos? ¿Cómo retrocedes en el tiempo para disfrutar de aquello que ya no esta ahí?

Tu vicio afecta a todos, por lo tanto es un problema de todos tus seres queridos, y todos tienen derecho a reprochártelo y a exigirte que te conduzcas de manera sana. Tu familia son tus socios en esa empresa que has creado, no son personas ajenas sin derecho de palabra. Estás obligado a escucharles y respetarles, y mientras les causes preocupación con tu actitud irresponsable ellos tienen derecho a reclamarte compostura. ¿Quieres hacer de tu vida lo que tu quieras, gastar en lo que quieras hasta la hora que tu quieras, consumiendo lo que sea? ¡Divórciate o sepárate! Aun así se preocuparán por ti, pero al menos no causarás tanta angustia. Déjame decirte algo: Mientras haya quienes te sermonean y reclaman, significa que tienes a tu alrededor gente que te quiere. ¿Eso no cuenta para ti? ¿Significa algo para ti? ¿Te imaginas una vida en la cual a nadie le importa lo que a ti te pase? ¿Te sentirías mejor? Imagínate 20 o 30 años sin nadie a tu alrededor. Intenta ser feliz así.

El vicioso tiene un problema global, no personal ni individual, por lo tanto sus seres más querido stienen derecho a intervenir. Ay de aquel día en que los familiares del vicioso tiren la toalla y le abandonen, ese día sera el fin. ¿Crees que estas desgracias solo le ocurren a los demás? Los viciosos –que hoy viven en soledad- creían antes que la paciencia de su familia iba a ser eterna. ¿Tu también lo crees?

“Con mi celular no te metas"


Articulo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abajian (FPV # 705)

Hace unos años me referí a este mismo polémico tema, pero sus consecuencias ameritan una nueva entrega. Esta maravillosa tecnología de comunicación ha traído beneficios y perjuicios, dependiendo de su uso. El celular, sin el cual el venezolano ya no se halla, ha generando tanta dependencia que somos capaces de regresar a nuestros hogares para recoger el celular olvidado y así evitar la sensación incomunicación y aislamiento, como si nos faltara la cartera. Pero hay que ser transparentes en su uso, no hacer trampas. Es harta conocida la excusa de que "no pude llamarte ni responderte, porque se descargo la batería, no tenía saldo, no había señal en ese sitio donde estaba, lo apagué porque estaba en una reunión o porque me estaban molestando”.

Su uso irregular justamente cuando el trabajador está fuera de sus jornadas laborales y en horas nocturnas crea suspicacia en la pareja que trata de comunicarse inútilmente. Algunas frustraciones ocasionales son tolerables, pero la repetición de hechos de esta naturaleza hacen pensar que detrás de ello se esconde algo desagradable, que tal incomunicación no es casualista, sino intencional. Más aun cuando también se apaga el celular en el hogar "para que no me molesten los clientes o la empresa".

Ciertamente el teléfono es tan personal como la cartera, es privado y su contenido es confidencial. Pero tal privacidad tiene sus comillas, pues ante la persona que más amo (mi pareja) no debo guardar secretos. Debe mostrarse confianza y respeto, basados en el comportamiento transparente, honesto y leal. Pareja con secretos, pareja con conflictos. Es como si tu socio mercantil se reservara información financiera sobre el negocio que tienen en común.

El celular no debe guardar secretos entre las parejas, ni mostrarse receloso ante ciertas llamadas o mensajes. Alejarse de la pareja para contestar ciertas llamadas genera suspicacia y desconfianza, aún cuando se traten asuntos laborales. Si quieres que confíen en ti debes mostrarte transparente y abierto, no esquivo. La actitud de nerviosismo e interrupción súbita ante una llamada levanta sospecha. Tu celular es tu instrumento de comunicación, no de separación. No puede ser estrictamente confidencial ante tu pareja porque ello delataría secretos.

Quienes alegan que son asuntos privados tanto las conversaciones como los mensajes de los celulares, están en lo cierto cuando se refieren a su entorno general, pero no ante su amada pareja. Por otro lado, si no tienes nada que ocultar ¿a que viene ese falso orgullo e indignación si tu pareja desea saber quiénes te envían mensajes y qué te dicen? Algunos justifican la desconexión o apagado del celular porque se sienten controlados o asfixiados por sus seres queridos. De ser así, busquen ayuda profesional terapéutica, pero respondan y mantengan encendido el bendito celular. El conflicto no se resuelve con más comportamientos de aislamiento o incomunicación. "Me preocupa el estado anímico de mi pareja y acudiré a terapia si con ello encontramos opciones para una mejor convivencia", así debe reaccionar aquella persona que le importa su familia, no limitarse a juzgar y cuestionar, sino en hacer algo al respecto.

Si tu pareja desconfía de ti es porque algo ha pasado en la realidad o su mente, en ambos casos es recomendable que acudan ante un terapeuta para una pronta solución en vez de enfrascarse en estériles discusiones. Posiblemente ninguno sea culpable, pero ambos son responsables de sanar este conflicto. Los celos exagerados generalmente son provocados por alguna actitud contradictoria o por referencias pasadas, en cualquier caso, tales posturas son involuntarias y las personas se sienten atrapadas emocionalmente. No es un capricho el desconfiar, empero si es un problema de ambos. Desechen esa trillada e inmadura frase de que “eres tú quien se altera, por lo tanto eres tú y no yoquien debe asistir al psicólogo”, ¿acaso no están afectados ambos por tal situación?

El celular es un aparato de extraordinaria utilidad, pero usado honestamente puede aportarte inmensos beneficios. De lo contrario, te delatara también. Si juegas limpio y no tienes nada que ocultar, permite que tu pareja tenga a acceso a este, de esta manera tarde o temprano confiarán en ti. ¿No es eso lo que quieres? ¿No es eso importante para ti?

“Con cenizas no puede haber una fogata”


Artículo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abagi (FPV # 705)

Algunos gastan toda una vida tratando de encender fogatas sin material para arder, sin leña, sin carbón, etc. Juntan las cenizas esperando con ello revivir el fuego que una vez hubo. Cuando nos entrelazamos con personas neuróticas que repiten las mismas conductas inadecuadas y dependientes, sin el componente afectivo, estamos intentando juntar las piezas rotas de un espejo para reflejarnos sin distorsiones. Misión imposible, tan ilusa como buscar la felicidad en un hogar carente de amor. Las crisis sentimentales pueden superarse cuando el conflicto se refiere a comportamientos inapropiados producto de ideas, creencias y experiencias limitantes, pero cuando permanecen juntos por dependencia, temores, sentimientos de culpa, resignación y no por amor, entonces la tarea del especialista se suscribe a concientizarlos para que se sincericen, sean realistas y asuman responsabilidades compartidas por el pasado y formulen un nuevo proyecto de vida individual (etapa de reconstrucción sana).

La terapia nos ayuda a superar la culpa, los temores, los conceptos sobre fracasos matrimoniales, fortalece la autoestima, permite identificar conductas inapropiadas y sustituirlas por otras, previo cambio de enfoque. Las conductas no se modifican mecánica e irracionalmente como para complacer al otro, o para evitar rechazos. Preliminarmente debe haber una convicción y un compromiso de cambio. Las percepciones, conceptos y mensajes mentales deben ajustarse a modos de vida sanos, realistas, de lo contrario cualquier rectificación conductual seria pasajera y superficial. Las buenas intenciones de algunas parejas en crisis son insuficientes, pues se requiere algo mas que darse cuenta, desahogarse y prometer. Aunque tú sepas cual enfermedad padeces y cuales alimentos están haciéndote daño, aun así requieres necesariamente del tratamiento medico respectivo.

En estos días una paciente me confiaba que su esposo desistiría de la terapia porque “ya el había comprendido el origen de su conflicto de personalidad”, por lo tanto, le parecía innecesario continuar. ¿Y por qué no hace lo mismo con las averías automovilísticas, o caries dentales, o cortocircuitos electricos, o carencias financieras? ¿Por qué se recurre al especialista en tales casos? ¿Por qué no resuelve esos problemas por sí mismo si ya conoce donde están los conflictos? Porque el meollo del asunto, la piedra de tranca, está en las emociones, no en el intelecto. Puedo conocer perfectamente el manejo teórico de un paracaídas y no atrever a lanzarme, ¿por qué? ¿qué puede ocurrirme cuando estoy en el avión a punto de lanzarme al vacío? ¿Es posible que mis miedos me paralicen y no me atreva a saltar, a pesar de mis cursos y conocimientos teóricos? Claro que sí. Somos humanos, no basta la información en sí, hace falta superar los temores.

Con cenizas no hay fogata. ¿Por qué? Porque el amor es lo esencial para las convivencias sanas. Sabemos de parejas unidas por otros vínculos, pero las terapias apuntan hacia la alimentación del afecto diario, sinceración de sentimientos, respeto, responsabilidad, equidad, comprensión de conflictos propios y ajenos (pareja e hijos), dedicación al hogar y familia. Lo primero es determinar si los conflictos maritales se deben a rasgos y conductas inadecuadas o se debe a que mantienen una convivencia forzada, carente de amor. No es lo mismo las desavenencias entre parejas que se aman que entre parejas que no aman. Algunos creen que aman porque sienten cariño y quieren a su pareja, pero sobre todo porque les entra pánico ante la idea de una separación, creen que extrañar a la pareja es síntoma inequívoco de amor cuando bien puede ser síntoma de apego, de aferramiento, de dependencia emocional y afectiva.

En terapia se detecta tal distinción. Algunos se asustan y no regresan al tratamiento porque no conciben tal posibilidad, es como tener que admitir que durante años he vivido engañándome a mí mismo en un mundo irreal. Eso duele, pues equivale a reconocer que uno ha perdido tiempo. No es así aunque lo parezca, pues de todo uno aprende. Además, si antes tapaste el sol con un dedo no fue por tonto, sino porque no te sentías emocionalmente preparado para los cambios. Obviamente las frustraciones tarde o temprano te llevan a terapia y ahí aceptas la realidad.

La terapia puede fortalecer un matrimonio en crisis y salvarlo, pero –repito- mientras queda amor no resignación. Hay muchas parejas que han aprendido a adaptarse sanamente en una agradable convivencia en común, compartiendo satisfactoriamente y sin perder cada quien su autenticidad, pero pretender salvar un matrimonio en desamor es como encender una fogata donde sólo quedan cenizas.

“Compartir sentimientos: Clave de un matrimonio sólido”


Artículo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abagi (FPV 705)

El noviazgo constituye una de las etapas más hermosas de cualquier pareja y no por casualidad, pues en este se observa una tolerancia natural a las discrepancias y un acentuado intercambio afectuoso, casi un estado perfecto. Por supuesto hay una idealización mutua entre las parejas, creadas por las expectativas de cada quien. Las referencias a actividades externas, responsabilidades, relaciones familiares, están subordinadas a un plano secundario por debajo del plano afectivo, aun cuando ambos ejerzan sendos compromisos laborales, académicos. ¿Es esto casualidad? ¿Estas prioridades sentimentales son determinantes a la hora de fortalecer la unión de la pareja? ¿O son factores medianamente importantes?

En matrimonios bien constituidos o en convivencias felices y de larga data hay un denominador común: Se comparte afecto, se comparten sentimientos, no se limitan al quehacer diario ni a la honrosa labor de asumir responsabilidades como padres, proveedores de recursos financieros y materiales. Cuántas veces no he escuchado en terapia la trillada e ingenua frase de maridos molestos con sus parejas: ”A ella no le falta nada, se lo he dado todo”. Claro, al indagar al respecto advertimos que hay carencias afectivas, a pesar de las comodidades en bienes y patrimonios. Creemos que darlo todo equivale a satisfacer necesidades básicas materiales, no afectivas. ¿Que es lo que mas te haría feliz: Un bien material o ser amado incondicionalmente todos los días? ¿Qué precio tienen para ti tus seres más queridos? No hay dinero en el mundo que compre el amor de tu familia, ¿verdad?

Una paciente de 53 años de edad, cansada de vivir en un ambiente de lujo, rutinario y carente de amor, le devolvió a su marido de 60 años todas sus pertenencias en menos de 5 minutos y lo abandonó para siempre sin haber sido jamas maltratada físicamente por este. No compartían cariño, amor ni sentimientos en los últimos 20 años, hasta que en un taller de crecimiento personal comprendió que ella misma estaba atascada emocionalmente y que su esposo no creía en más expresiones afectivas que las de su propia infancia (casi nulas). El marido asistió a dos consultas terapéuticas únicamente para complacer a la esposa y no para modificar su propio enfoque o conducta.

Lo que más une a las parejas es el intercambio de las sensaciones mas profundas, sean de dolor, alegría, satisfacción, miedo, culpa, rabia, ilusiones, proyectos, sueños, etc. Independientemente de todo, lo importante es expresar sentimientos y no para buscar aprobación o justificación, sino para que la otra persona te conozca mejor, comprenda mejor tu proceder y estado anímico, comparta tu emociones, ¿no es eso lo que mas hacían durante el noviazgo? 

¿Por qué se producen inesperados romances extraconyugales? Por la pobreza afectiva matrimonial y no necesariamente por las discusiones o maltrato. Las atenciones afectuosas que se reciben fuera del hogar pueden desencadenar confusiones sentimentales cuando se practica la indiferencia en casa. Algunas esposas desantendidas acuden a consulta, confundidas y hasta con sentimientos de culpa por sentirse atraídas hacia otras figuras masculinas que las halagan en un día más que el mismo marido en un año. ¿Cómo cuestionar entonces a la mujer en tales circunstancias? ¿El esposo no es el principal responsable de que esa mujer se sienta amada y respetada? ¿Y los conflictos maritales que hubiere, serán el eterno argumento para no compartir amor, como si tal problema no tuviera solución profesional?

Por ello no hay que juzgar prematuramente al infiel sin conocer las dos caras de esa moneda. No descarto que –a veces– el mismo sujeto desleal produce un distanciamiento afectivo dentro de su hogar como principal soporte de su conducta irregular.

Las carencias afectivas, producto de una convivencia rutinaria, de dificultades expresivas aunadas al mito de que el amor –dentro del matrimonio- es automático nos llevan a vacíos emocionales. Ambos miembros llegan a tener la vaga sensación de vivir juntos físicamente, pero distanciados afectivamente, es decir, aquí estamos pero no nos sentimos. Tocarse es esencial, es revitalizante. El contacto físico constante (no necesariamente sexual) es señal de interés y amor, sin este es difícil hablar de amor. ¿Cómo transmito amor a mi pareja, si ignoro y renuncio a las caricias estando a mi lado? ¿Por cuánto tiempo me amparare en mis malestares para justificar mi desamor? ¿Por cuánto tiempo más mostraré indiferencia afectiva, alegando pobreza afectiva en mi hogar original donde crecí? ¿Es que el pasado y el futuro han de ser iguales?

Una pareja que no comparte sentimientos está propensa a una interrelación vacía, tediosa e irritable, al punto de acarrear escapes psicológicos tales adicciones al trabajo, a la socialización, a la paternidad o maternidad exclusiva, a los vicios, etc. No en vano se incrementan en número los trabajadores incansables que laboran largas jornadas y no precisamente por mística, sino por evasión a esa sensación de vacío afectivo en el hogar. De paso, la efectividad y mérito laboral no es proporcional al horario trabajado, sino al esfuerzo invertido en aquellas actividades ligadas a metas a largo plazo. Es decir, "puedo quebrarme el pecho, laborando 14 horas diarias sin estar necesariamente superándome ni siendo más productivo”. Cuando carecemos de afecto buscamos compensaciones. Las adicciones son parte de este juego, cuando vivimos de espalda a la realidad y a las necesidades vitales.