"Casados y viviendo en casa de los padres"


Artículo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abagi (FPV # 705)

Es preferible postergar un matrimonio entre dos jóvenes que no tienen como pagar una vivienda, que celebrar nupcias y convivir arrimados donde los padres o suegros. Esa manía criolla de convivir todos juntos, varias generaciones en una misma casa, suele traer discrepancias significativas más acentuadas cuando se incorpora la nuera o el yerno. El trillado argumento del dinero insuficiente es el más utilizado y el que ahorra esfuerzo e inversión de energía a los nuevos esponsales que consideran impostergable su convivencia inmediata, sobretodo porque la novia esta embarazada imprevistamente.

La privacidad para cualquier pareja no tiene precio, y constituye no sólo un elemento deseable sino indispensable, pues la expresión de emociones y sentimientos requieren de un ambiente libre de miradas y oídos cómplices. Es innegable que conviviendo con familiares la pareja verá afectada tal desinhibición y las influencias del entorno no se harán esperar, pudiendo alterar las decisiones originales y el estado anímico de la pareja. Aun cuando los padres de buena fe deseen aportar recomendaciones y/o soluciones ante cualquier eventualidad, su parcialidad es inevitable y puede causar roces en la interrelación personal del grupo familiar. Su intromisión a favor del hijo respectivo dejará huellas y un sabor amargo, dificultando la conversión al estilo de vida de casados de la nueva pareja.

Los problemas no siempre derivan de las palabras o eventos que nos rodean, sino de la interpretación que nosotros le damos. Por analogía, el significado que le atribuimos a la palabra o gestos de los padres o suegros también puede malinterpretarse y entorpecer la armonía. No es fácil asumir el rol de hijo al mismo tiempo que de esposa(o), como tampoco es fácil que los padres se desliguen de las dificultades de los hijos casados. Mantenerse al margen es conveniente (aunque difícil para los padres sobreprotectores) porque las indicaciones paternales bien intencionadas, pueden –a veces- herir los sentimientos del otro interlocutor. Pero ¿cómo pedirle a los padres que se desvinculen de los conflictos de sus hijos casados cuando todos conviven juntos?

A veces ciertas parejas enamoradas -pero inmaduras e inseguras de si mismas en el sentido económico, emotivo y afectivo- encuentran asilo donde los padres/suegros (techo y comida). Tal subsidio debe ser temporal, tanto por respeto a los padres como a la misma pareja. Una recién casada difícilmente admirará a su joven esposo si este es significativamente controlado por los padres. En tal caso se impone una necesaria actitud autónoma por parte de los recién casados, aun cuando residan momentáneamente en la casa paternal. La observación de las normas es indispensable y no negociable. Estar en casa de los padres no te exonera del cumplimiento de las normas en ese hogar, pese a que tienes autonomía matrimonial y mayoría de edad.

Los jóvenes recién casados, arrimados en casa de los suegros/padres, deben establecer un plazo máximo de esa estancia como una forma de presión sana para la búsqueda de un hogar con verdadera privacidad. Siempre que establezcamos fechas topes para nuestras metas se reactivan mecanismos internos que nos impulsan a actuar y buscar soluciones. En cambio, referirse vagamente a los cambios y objetivos sin definición de fechas limites se traduce en una simple ilusión. Tal indefinición nos expone a convertirnos en veleros impulsados por las circunstancias en vez de asumir el mando en nuestras vidas.

La pareja responsable y madura sabe esperar y programar su convivencia en condiciones que no afecte la privacidad e intimidad de otros. Los padres merecen esa paz y privacidad después de haber criado a sus hijos hasta la mayoría de edad y así mismo deben inculcárselo a sus descendientes. La crisis económica de los nuevos contrayentes no es suficiente motivo para invadir el hogar paternal en busca de alojamiento y alimentación, en tal caso se debería diferir la boda hasta producirse la estabilización emocional e independencia financiera de los jóvenes enamorados.

La nobleza de ciertos padres y sus sentimientos de compasión por sus hijos jóvenes son factores que coadyuvan en estos escenarios, más aun cuando hay nietos pequeños. Por supuesto es una irresponsabilidad el no planificar de antemano el numero de hijos deseados y fechas adecuadas para traerlos al mundo, en función de la disponibilidad emocional, afectiva y financiera de los nuevos contrayentes. Si tú presentas este panorama en su casa, donde reside tu hijo, nuera, nietos, etc, es hora de replantearte lo siguiente: ¿Crees que puedes seguir amándolos sin tener que convivir con ellos? ¿Crees que dejarías de ser buen padre/madre e indigna persona sólo porque le pides que se muden a otra parte? ¿Considerarías justo te mudes con tu esposo(a) e hijos adonde tus padres? Razona su respuesta.

La carencia económica siempre ha sido un excelente pretexto para no invertir esfuerzo y energía, y endosarle a los demás la responsabilidad del bienestar de uno mismo. Esto es injusto e inmaduro. Como padres no debemos prestarnos a esta actitud excesiva, y lo que otorguemos a los hijos casados debería interpretarse como un préstamo, no como un regalo, salvo fechas especiales (cumpleaños, aniversarios, etc).

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