“Adolescentes malcriados hoy, parejas fracasadas mañana”


-->

Artículo de Psicología
Psic. Joseph Chakkal Abagi (FPV #705)

La más difícil y delicada tarea que podemos desempeñar en la vida es la criar otros seres humanos, hacernos responsables por ellos, darles afecto, atención, disciplina, ejemplos, patrones de conducta adecuados, enseñarles sus limitaciones, tolerarles sus errores sin ser cómplices de sus negligencias o irresponsabilidad, aceptarlos como son –sin convertirnos en testigos de su agresividad, de la incompetencia o desidia. Querer a un hijo implica algo más que facilitarle su vida, implica enseñarle y exigirle hacerse responsable de sus actos. Y en ocasiones, las consecuencias de sus acciones son desafortunadas. Tendrá que conocer el éxito y la derrota, tendrá que aprender a caerse y levantarse, así desarrollará todo su potencial para el desempeño efectivo (con la orientación de sus padres, por supuesto). Pero lo intolerable es la permisividad o indiferencia de los padres ante la frecuente violencia verbal o física del adolescente, su irrespeto a las figuras parentales y la violación de las normas. 

Un adolescente que no acata las normas racionales del hogar ni respeta a sus padres es una pareja potencialmente fracasada en el futuro. No puede repartir flores entre su prójimo si reparte espinas a mis padres. Me refiero a hogares donde los padres han sido demasiado permisivos ante los excesos juveniles, que no han sabido ejercer su autoridad, sino que se han limitado a reprochar, reclamar y quejarse de los hijos, sin establecer precedentes ni condicionamientos ni programas de refuerzo positivo-negativo.

Comprendo que los adolescentes reaccionen de manera violenta si provienen de hogares similares, cuyos padres se han desbordado en sus impulsos en vez de ser ejemplos de control y afecto. Pero en este artículo me refiero a los adolescentes malcriados provenientes de hogares exageradamente complacientes, tolerantes y permisivos. Si tú eres es incapaz de ponerle límites a tus hijos, entonces atente al futuro de estos. Los demás tampoco le aguantarán su impulsividad, inmadurez y mala crianza (ni siquiera su futura pareja).

En un hogar permisivo donde los padres no ejercen su autoridad y no se aseguran de hacer cumplir las normas y reglas de juego frente a unos muchachos que pecan por sus excesos, se cultiva la semilla del fracaso sentimental del futuro. Al no haber equilibrio entre el afecto y al disciplina los adolescentes se desajustan emocionalmente y crecen en un ambiente descompensado. Resultado: jóvenes consentidos y poca iniciativa, pereza ante el esfuerzo sostenido o ante las metas importantes, intolerantes frente a un “no”, anteponen lo material antes que lo meritorio. Se rinden fácilmente ante la mínima exigencia y se irritan ante las divergencia, habituados a la recibir complacencia incondicional y sin méritos. Saben recibir, pero dan poco. Generalmente ignoran deliberadamente las responsabilidades y normas, atreviéndose a competir con sus padres en los niveles de autoridad. Dan la impresión de ser autosuficientes en ocasiones, y rara vez prestan atención a sus padres u otros.

Estos adolescentes no conocen sus limitaciones porque sus padres permisivos los educaron con la premisa de que “hay que darles todo para que sean felices”, “quiero darle a mis hijos lo que yo no tuve”, "no quiero que mis hijos pasen por la crisis que yo pasé”. La intención es buena, es noble, pero el método o procedimiento es inadecuado. Darle todo a los hijos implica también un equilibrio entre los beneficios y privilegios con la disciplina y el merito. Las cosas se ganan tras un esfuerzo, no se regalan, no porque no se lo merezcan, sino porque hay que establecer el paradigma de la meritocracia, al fin y al cabo, eso prevalecerá en la etapa adulta. Un adolescente que desconsidera e irrespeta a sus padres es un arma en potencia contra las demás personas, sobretodo con su futura pareja, porque quien no es sensible ante sus padres no lo será con su pareja luego.

El adolescente malcriado te agradecerá (mañana) que le pongas límites hoy. Aunque resulten antipáticas las medidas disciplinarias, son necesarias y terminan beneficiando a propios y extraños. No todo lo que nos duele es malo. Cambien ciertas inyecciones que duelen, pero curan. Es una responsabilidad -y un deber- que tenemos con nuestros hijos el enseñarles sus restricciones. Un adolescente caprichoso y grosero con sus padres, al punto de desvalorizarlos, es capaz de hacerle lo mismo mañana a todos los demás. Entonces seremos cómplices de sus fracasos por no haberles enseñado el equilibro entre sus derechos y sus deberes. 

Como padres no basta que les hablemos a nuestros hijos, debemos asegurarnos que comprendan y sean responsables consigo mismos, que aprendan a gobernarse a sí mismos, que actúen a favor de sí mismos sin perjuicio de los demás. Sobretodo debemos constituirnos en el ejemplo de lo que le pedimos, de lo contrario nuestras palabras serán gritos al viento.

0 comentarios: